El recuerdo de Romero trajo a la mente la figura de Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, Nicaragua, condenado a 26 años de prisión en la Cárcel Modelo de Matagalpa, por el régimen de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo.
El 24 de marzo celebramos un nuevo aniversario del martirio de San Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado por ser fiel al Evangelio y atreverse a denunciar los abusos de un gobierno que, para mantener los intereses de los privilegiados, masacró su. ciudad
El nombramiento primero como obispo y luego como arzobispo, fue una desagradable sorpresa para los movimientos católicos más progresistas, ya que consideran a Monseñor Romero demasiado conservador. De hecho, el Gobierno y las fuerzas más reaccionarias celebraron su nombramiento porque creían que se dedicaría a frenar la obra de la iglesia comprometida con los más pobres ya la transformación de estructuras injustas.
A pocas semanas de su nombramiento como arzobispo, el 12 de marzo, fue asesinado el jesuita Rutilio Grande, quien trabajaba en la sensibilización y organización de los pobladores y quien era muy amigo de Monseñor Romero. El recién electo arzobispo instó al presidente Molina a investigar y sancionar a los responsables de su muerte, y ante la inacción del gobierno y el silencio de la prensa, amordazada por la censura, amenazó con cerrar las escuelas católicas y con la ausencia de la Iglesia en los actos oficiales. hechos.
A partir de ese momento, su compromiso con el pueblo será cada vez más sólido y radical. Como él mismo afirma: “Si denuncio y condeno la injusticia, es porque es mi deber de pastor de un pueblo oprimido y humillado. El Evangelio me obliga a hacerlo, y en su nombre estoy dispuesto a ir a la cárcel y a muerte.” De hecho, su actitud lo llevó a la muerte, pues fue asesinado el 24 de marzo de 1980.
El recuerdo de Romero trajo a la mente la figura de Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, Nicaragua, condenado a 26 años de prisión en la Cárcel Modelo de Matagalpa, por el régimen de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo. Mientras cumplía arresto domiciliario por sus críticas a las violaciones de derechos humanos y las políticas represivas del régimen, Ortega trató de silenciar su voz profética al enviarlo al exilio con otros 222 presos políticos. Cuando estaba por abordar el avión, Monseñor Álvarez se negó a subir, prefiriendo seguir trabajando por la libertad desde su tierra nicaragüense. La justicia nicaragüense, aún fiel a las líneas de Ortega, condenó a Monseñor a 26 años de prisión por traición a la patria y por desobedecer una orden del Estado. Además, fue despojado, junto con los otros 222 presos políticos que abandonaron el país, de su nacionalidad, acto totalmente inconstitucional y violatorio de derechos humanos esenciales.
La acción contra Monseñor se suma a la larga persecución a las voces críticas de la Iglesia nicaragüense. Según la abogada e investigadora Martha Patricia Molina, la Iglesia católica en Nicaragua ha sufrido más de 250 ataques por parte del régimen orteguista y sus simpatizantes, entre golpizas a sacerdotes, profanación de templos, encarcelamiento, exilio, expulsión de monjas, incendios, asedios y asedio armado. ataques
Espero que la memoria de estos dos obispos alimente el coraje de los discípulos de Jesús para denunciar con cuidado todas las prácticas que violan los derechos humanos y nos anime a trabajar con perseverancia y entusiasmo y con métodos no violentos, por un mundo de justicia y fraternidad. . , donde todos podamos vivir con dignidad y expresar nuestras ideas sin miedo.