Cuando de contar la historia del surgimiento y desarrollo de los grupos musicales constituidos en Venezuela para amenizar fiestas y otros espectáculos bailables se trata, hay que remontarse a más de 100 años atrás. Como ejemplo, vale mencionar la reseña de una fiesta de Carnaval de una familia capitalina, celebrada en 1914, descrita por el cronista de la época, DonJosé García de la Concha, en su libro Reminiscencias, editado en 1962 y considerado como uno de los textos que mejor reflejan la vida y costumbres de la vieja Caracas.
Así lo recoge el colega Alberto Veloz, en una crónica para El Estímulo, titulada “La crónica social, despreciada, pero anhelada”. El citado sarao tuvo lugar en la residencia de Lulú Francia, situado en el número 20, entre las esquinas de Salvador de León a Coliseo, y García de la Concha no escatima en detalles para retratarlo con toda precisión. Copiamos algunos párrafos que nos sirven para el propósito de esta nota:
“Las luces de las arañas de cristal se multiplican en los espejos; las losas del piso de mármol de patios y corredores brillan por la esperma rayada para que deslizara suavemente en el baile el pie, perla y flor de las damas. En el segundo patio, en amplio corredor, está instalado el “buffet” con grandes torres de emparedados colocadas en platones, recipientes de cristal con “boule” y sangría, el imprescindible sifón de cerveza y la botella de brandy».
A las nueve de la noche, hora anunciada, revienta en el portón la orquesta de Lagonel con el vals Espigas de oro, y van entrando junto con la comparsa otros amigos invitados (…). Es de rigor que el presidente baile la ‘Introducción’ con la dueña de la casa. Vienen las cuadrillas, lanceros y poleas. Los valses también se suceden y a las doce de la noche en punto se abre el suntuoso comedor»
Ya para las tres de la mañana, después de haber tocado Adiós a Ocumare, y haber taconeado lo suficiente el joropo final, todos dicen: ‘Adiós Lulú; qué gozar, y muchas gracias’. Y se van las mascaritas”.
“Así gozaban los jóvenes de entonces el carnaval caraqueño hace un siglo”, puntualiza Alberto Veloz desde su perspectiva actual.
Indagando en torno a la orquesta de Lagonell, se trataba de un conjunto musical integrado por primos de una misma familia y dirigido por uno de ellos, José Antonio Lagonell Durán, quien para más señas era militar y director de las retretas de la Plaza Bolívar de Caracas. Logramos conversar con Josefina, una de sus hijas, quien nos aclara que su apellido se escribe Lagonell y no Lagonel, como aparece en la pintoresca crónica Don José García de la Concha.
Josefina nos dice también que Panchito Lagonell, tío de su papá, es el compositor de la canción Besos y cerezas, que Raquel Castaños, en su época de vocalista infantil, pegó en la radio.
—Los Lagonell tenían varios grupos de música caraqueña -revela Josefina-, especialmente valses, joropos y merengues criollos. Todos vivían en La Pastora y mi papá daba clases en la escuela militar, donde tuvo como alumno a Marcos Pérez Jiménez. También era muy amigo de Billo Frómeta, quien le consultaba sobre los ritmos venezolanos para tener un conocimiento cabal de ellos a la hora de encararlos en sus canciones.
Luis Alfonso Larrain, valioso emprendedor
El investigador musical Jesús Rafael Perez Lárez, acucioso historiador del movimiento de orquestas bailables en Venezuela, sostiene que la música ha tenido en la radio una firme e incondicional aliada.
En un análisis realizado para una edición sobre las orquestas de baile, publicado por el Grupo Editorial Macpecri, escribe que la primera transmisión remota que hizo la Broadcasting Caracas, el 11 de diciembre de 1930, con motivo de la inauguración de la plaza Henry Clay, con la participación de destacados cantantes líricos venezolanos, conjuntos típicos y la orquesta del maestro Carlos Bonnet, fue todo un acontecimiento.
Esta transmisión motivó al joven y hasta entonces desconocido músico Luis Alfonzo Larrain a plantearle a Edgar J. Anzola, directivo de la emisora, la formación de un conjunto musical que podía gustar al público radioyente; este, luego de hacerle una audición, procedió a presentarlos en varios programas.
—Los directivos de la emisora concluyeron que este joven músico podría ser un factor útil para la producción musical de la naciente estación, autorizándolo a utilizar cualquiera de los músicos de la orquesta de planta para configurar otros grupos de diversos géneros y así darle al público la impresión de que tenían una gran variedad de orquestas con diferentes estilos.
—En esa especie de “laboratorio musical”, Larrain constituyó y dirigió la Orquesta Popular, Apple Sauce y sus Joy Bringers, Sergio Codos y su Orquesta, Los Negritos Locos, el Trío Matancero e infinidad de combinaciones con nombres igualmente peculiares, hasta que por recomendación del cantante mexicano Pedro Vargas se dio a la aventura de organizar una orquesta bajo su nombre, no solo a efectos de transmisiones radiales sino también para presentaciones personales. La idea cristalizó y el 14 de diciembre de 1939, en un programa especial presentado por Ricardo Espina, debutó la Orquesta de Luis Alfonzo Larrain, haciéndose parte fundamental de la programación de la Broadcasting Caracas.
La proliferación de plantas comerciales en Caracas impulsó la fundación de una de las emisoras esenciales en la historia de la radio capitalina: Radio Continente. Esta empezó sus transmisiones formales el 4 de julio de 1939. De igual modo, destacó en esta emisora la participación de la Orquesta de Pedro J. Belisario, agrupación que alternaba sus actuaciones en Radio Tropical, puesto que muchas de las orquestas de baile venezolanas no tenían contrato de exclusividad con ninguna planta.
Cabe destacar que esta agrupación ya había actuado en Radio Caracas cuando ostentaba el nombre de Orquesta de los Hermanos Belisario, sostenida por el talento y la organización de cuatro hermanos aragüeños: Pedro José (percusionista), Arnaldo (contrabajista), Rafael (trompetista) y Francisco (trombonista). Para junio de 1949 la Orquesta de Pedro J. Belisario estaba compuesta por catorce músicos y tres cantantes: Enrique Villasana, Rafa Galindo y Víctor Piñero.
Pionera Sonora Caracas
En la misma publicación citada, el investigador musical Gherson Maldonado refiere que “aunque no hay noticias precisas de su fecha de fundación, se sabe que la Sonora Caracas, orquesta pionera del son en Venezuela, nació bajo el influjo de la visita que en septiembre de 1933 realizara el Trío Matamoros a la ciudad capital”.
Creada bajo el formato de septeto, fungió como plataforma de grandes estrellas de la música del Caribe, como Celia Cruz, Daniel Santos y otras luminarias de la música caribeña de visita en el país en la época dorada de la radio e incipiente televisión.
—En los años 1940 pasaron por la Sonora Caracas grandes músicos que posteriormente obtuvieron renombre dentro del movimiento orquestal de Venezuela -explica Maldonado-. En 1943 estuvo Jesús “Chucho” Sanoja, quien unos pocos años después formaría su propia agrupación. De igual modo, pasó por sus filas el jovencito Aldemaro Romero para luego dirigir la Orquesta Rafa-Víctor, en 1947. Leonardo Pedroza también la dirigió comenzando la década de 1940 para poco tiempo después fundar Leonard Melody, que a inicios de la década de 1960 se transformaría en Los Caciques de Leonardo Pedroza.
—También Carlos Guerra estuvo con la Sonora Caracas a partir de 1948, para transformarse posteriormente en uno de los personajes imprescindibles del sello disquero Discomoda y convertirse en director de varias agrupaciones, entre ellas la monumental Orquesta Sonorámica. Jacobo Espinoza, uno de los primeros cantantes de la Sonora Caracas, pasaría por varias agrupaciones hasta lograr el trabajo que lo catapultó como director fundador de los Antaños del Stadium. De igual modo, Stelio Bosch Cabrujas llego a ser director de Los Melódicos y subdirector de la Billo’s Caracas Boys. Carlos Emilio Landaeta, “Pan con queso”, figuró igualmente en la orquesta de Billo, en la de Luis Alfonzo Larrain y en Pan con Queso y sus Tambores, para finalmente ser una de las figuras principales del Sonero Clásico del Caribe.
En el Ávila es la cosa
En las décadas de 1940 y 1950, el Hotel Ávila sirvió de plataforma para la celebración de eventos como los mano a mano de la Billo’s Caracas Boys y la orquesta de su compatriota Rafael Minaya, en los bailes que se realizaban cada 4 y 5 de julio para celebrar las respectivas fechas independentistas de Estados Unidos y Venezuela. Era común también celebrar todos los 14 de julio el Día Nacional de Francia, tal y como sucedió en 1950 con un amistoso mano a mano entre la Billo’s y la Orquesta de Luis Alfonzo Larrain.
Para finales de los años 50 y principios de los 60, reinaba la onda del merecumbé, muy bien representada por la orquesta del caraqueño Chucho Sanoja (1926-1998). José Rafael Pérez Lárez destaca que “sus solistas, sus éxitos musicales y su particular sonoridad, con la batería como elemento percutivo predominante, sumado al uso de flauta y saxo barítono en perfecto unísono, lo hicieron imbatible en su tiempo. Son memorables sus jornadas carnestolendas junto a la orquesta de Aldemaro Romero entre 1960 y 1963, cuyo lema, creado por Aldemaro, fue ‘En el Ávila es la cosa’”.
—Pero la apoteosis habría de llegar el 7 de febrero de 1964 -remarca el investigador musical-, cuando el Hotel Ávila se anota un sold out gracias a la actuación de la orquesta de Sanoja en duelo musical con el internacional Tito Rodríguez, récord solamente batido cuatro años más tarde con la presentación de Richie Ray & Bobby Cruz, líderes internacionales del para el entonces naciente movimiento de la salsa.
Billo y otros dominicanos
Pocas orquestas, dentro y fuera de Venezuela, llegan a tener una trayectoria tan longeva como la Billo’s Caracas Boys, que acaba de celebrar sus 84 años desde que fuera fundada por Billo Frómeta, dominicano de nacimiento, pero muy venezolano de corazón, para presentarse el 31 de agosto de 1940 en el mítico Roof Garden. Este era el elegante salón de baile de la terraza del Hotel Madrid, en la esquina de La Torre, frente a la caraqueña Plaza Bolívar, nervio motor de una ciudad casi aldeana con apenas 200.000 habitantes.
En ese mismo lugar había debutado con su banda primigenia, la Billo’s Happy Boys, que lo trajo desde su isla natal para animar con su música la fiesta de bienvenida del año nuevo el 31 de diciembre de 1937. Desde entonces el maestro estableció un estrecho vínculo con nuestro país, y muy especialmente con Caracas, que mantuvo hasta su muerte en 1988. Hoy lo recordamos por su apreciable legado como el gran personaje de la música bailable en Venezuela.
El historiador musical Jesús Rafael Pérez Lárez es el autor del libro Billo Frómeta, hombre y orquesta, el texto más exhaustivo que se ha escrito sobre el maestro dominicano, y en el que escribió en la publicación editorial citada al comienzo de esta nota:
“Billo Frómeta estuvo al frente de su orquesta por cincuenta años, solo interrumpidos por dos disoluciones involuntarias, causadas por un problema civil (un singular caso de bigamia, que lo mantuvo en prisión por cien días) y una prohibición sindical (veto de casi tres años ejercido por la Asociación Musical del Distrito Federal y Estado Miranda). Estos hechos se diluyeron en el tiempo y no le impidieron tener una de las mejores carreras musicales de orquesta alguna en Latinoamérica. El exilio de Billo no solo favoreció a muchos de los integrantes de su primigenia orquesta, sino que también motivó a otros jóvenes músicos dominicanos a probar suerte en Venezuela», señaló.
Uno de ellos fue Rafael Minaya, quien comenzó sus presentaciones en 1941, en el Hotel Majestic. De esta manera empieza a incursionar en el ambiente musical caraqueño, llegando a batirse en un primer “duelo musical” con su coterráneo Billo Frómeta, el 11 de diciembre de 1943, en el Roof Garden.
Después vendrían actuaciones en diferentes escenarios bailables, particularmente en el Hotel Ávila, donde alternó con la orquesta de Dámaso Pérez Prado en pleno furor del mambo. Más tarde se hizo director de la orquesta de planta de la desaparecida Televisa, canal 4, hoy Venevisión.
Otro dominicano, Porfirio Antonio Jiménez Núñez, mejor conocido como Porfi Jiménez, llegó en 1954 contratado como trompetista de la orquesta de su paisano Rafael Minaya. Una vez desaparecida la orquesta de Minaya, se va a la de Pedro J. Belisario. En ese período es llamado para integrar las filas de la Billo’s Caracas Boys, luego de la Caracas Swing Boys (nombre que adoptaron los músicos cesantes de la Billo’s después del problema sindical), más tarde forma parte de Los Peniques y nuevamente de la de Belisario. En 1961 se incorpora a la orquesta de planta de la recién inaugurada televisora Venevisión, bajo la dirección de Arnoldo Nali, quien deserta en un momento determinado dejándole la batuta a Porfi, quien pasará a dirigirla hasta el 31 de diciembre de 1963, fecha fundacional de su propia orquesta.
Los Melódicos nacen gracias a Frómeta
La circunstancia de que la Asociación Musical le impusiera un veto a Billo Frómeta en 1958, que lo mantuvo dos años sin poder tocar en Venezuela, no significó que permaneciera inactivo. En Cuba, donde vivió buena parte de ese lapso, se dedicó a grabar y producir discos, entre ellos para el guarachero venezolano Víctor Piñero, además de aceptar la propuesta de su amigo, el joven relacionista público y melómano Renato Capriles, para que fuese el director y arreglista de una orquesta que acababa de fundar.
Hablamos de Los Melódicos, que bajo la anónima égida musical del dominicano (por la sanción sindical impuesta) irrumpe el 15 de julio de 1958. Así lo narra el mismo Renato Capriles en el libro de Federico Pacanins Primera persona, quince perfiles de la música caraqueña del siglo XX:
“Estreno Los Melódicos en Radio Caracas Televisión el día 13 de julio de 1958. El éxito es inmediato. Eduardo “Kíkaro” Díaz (miembro fundador y charrasquero) ayudó a ubicar los músicos. Pepe Molina se encargó de la sección de saxos, mientras el bolerista panameño Germán Vergara le hace compañía a la estrella vocal: Víctor Piñero, quien graba el primer elepé de la naciente agrupación, que ya había sido concebido totalmente, tanto en el sonido, dirección y arreglos, como en el repertorio, por el maestro quisqueyano, además de componer cuatro de los doce temas incluidos. Con el vocalista estrella participó el bolerista Vergara. El álbum lo editó el sello Discomoda y se tituló Estos son Los Melódicos«.
El éxito, de acuerdo a Renato, no se hizo esperar: “Pegó Mensaje a Juan Vicente, Por qué será, Por un dedo y Mi novia de Naiguatá. La orquesta está en primer lugar y quiero mantenerla con ideas musicales concretas: una, escoger personalmente los arreglos y los arreglistas (…); otra, mantener la formación de big band completa. Nada de combos grandes ni orquestas recortadas: voy con cinco saxos, cuatro trombones, cuatro trompetas y sección de ritmo, según el sonido de las grandes bandas de siempre”.
A partir de allí, ya caminando sola bajo la égida de Capriles, la nueva orquesta introdujo una serie de elementos distintivos, especialmente a partir de 1960, a raíz de la reaparición de la Billo’s Caracas Boys, que se convertiría en su gran rival entre las agrupaciones bailables, aunque la camaradería entre Frómeta y su joven amigo permanecería invariable:
“Un elemento característico está en la inclusión de ritmos de moda -¿Se recordará que fuimos los primeros en pegar el twist en Venezuela, a través de Teresita Martí; el pop con Cherry Navarro; o aquellos tecno merengues, tipo Papachongo de Diveana?- de allí el lema de “La orquesta que impone el ritmo en Venezuela”, resalta el director de Los Melódicos en el aludido libro de Pacanins.
Inolvidable Emilita
Otra característica, principalísima, fue la incorporación de una cantante. “¿Quién no se acuerda de Emilita Dago?”, puntualiza Capriles al referirse a la que, sin ninguna duda, ha sido la intérprete femenina más popular de su orquesta.
Nacida en Cuba y siendo una estrella en su país natal, llega a Venezuela en 1960, huyendo de la dictadura castrista, contratada por el empresario Guillermo Arenas para los carnavales de ese año en el Club Paraíso, donde la ve Renato, quien impresionado por su chispa y simpatía, además de su muy particular y jocoso estilo para acometer los ritmos bailables, no tarda en contratarla.
Fueron casi cinco años los que Emilita estuvo en Los Melódicos y su paso por la orquesta resultó contundente. Los programas radiales especializados en música tropical aún colocan su larga lista de éxitos con la agrupación -temas emblemáticos de su repertorio como Canuto, Que gente averiguá, Por un maní, El catre El ladrón y El veneno de los hombres (a dúo con Manolo Monterrey), entre otros-. Era tan versátil, que no sólo como cantante destacó esta artista en Venezuela. En rol de animadora, junto con el Musiú Lacavalerie, condujo el sintonizado espacio de concursos de Venevisión Compre la orquesta y también tuvo su propio programa de comedias, Emilita busca un novio, en el que debutó el niño actor Orlando Urdaneta.
La orquesta ha sido escuela para grandes intérpretes, así como la plataforma de otros que afianzaron prestigio y popularidad en ella.La lista de los más destacados la completan Manolo Monterrey, Rafa Galindo, Cherry Navarro, Willy Quintero, Verónica Rey, Daniel Alvarado, Teresita Martí, Argenis Carruyo, Oscar Santana, Doris Salas, Diveana, Roberto Antonio y Miguel Moly.
Entre ellos, merece mención aparte Víctor Piñero, quien perteneció a Los Melódicos en diferentes épocas. Recurrentemente se retiraba y volvía a regresar. Era como un emblema de la banda. Fue el solista de su primer disco y murió, 17 años después, el 5 de enero de 1975, luego de terminar de cantar Las pilanderas, en una actuación que realizaba con la orquesta en el Hotel Tamanaco.
Pirela y El Puma, dos ídolos de orquesta
“Haber saltado a la popularidad de la mano de Billo Frómeta no es el único punto convergente entre Felipe Pirela y José Luis Rodríguez”, expresa el músico y actor Daniel Jiménez. “Procedían de hogares extremadamente pobres, fueron muy dependientes emocionalmente de sus respectivas madres, eran los últimos hijos de sus familias y ambos abandonaron los estudios por el canto. Ambos nombres fueron sugeridos a Luis María Frómeta, director de la orquesta, por Estelita del Llano, cantante venezolana. Ambos entonaron tangos vestidos de bolero y recorrieron escenarios con la banda por poco más de tres años cada uno de ellos”.
—Pirela nació en Maracaibo el 4 de septiembre de 1941 y fue un niño prodigio. Luego de dar sus primeros pasos en concursos de radio, hizo su pasantía por la orquesta de Juanito Arteta y un breve recorrido por Los Peniques, de Jorge Beltrán. A mediados de 1960, integra la reformulada Billo’s Caracas Boys, logrando de inmediato un inesperado éxito. Su voz atrapó desde un principio, consiguiendo eternizar verdaderos clásicos.
—Por su parte, José Luis Rodríguez, nacido en Caracas el 14 de enero de 1943, siendo alumno de la Escuela Técnica Industrial debuta en 1961 con Los Zeppy, un quinteto vocal inspirado en Los Cinco Latinos. Luego hizo vanos intentos en el canto hasta la llamada de Billo para una audición en agosto de 1963. Su rol inicial en la orquesta era el de sustituir a Pirela. Calzarse sus zapatos fue una misión muy empinada que muchos no vieron con buenos ojos.
—Luego de sus recorridos con Billo, ambas trayectorias se dispararon aún más. José Luis llevó en paralelo el rol de actor de telenovelas y debutó en el cine. Pirela desempeñó una avasallante carrera plagada de triunfos, logró ser el artista de más ventas en el país y una relevante figura en Centroamérica y Estados Unidos, logrando el apodo de “El bolerista de América”. En 1974 José Luis se vestía de “El Puma” para emprender una rutilante carrera como ídolo internacional. En cuanto a Pirela fallece tempranamente en Puerto Rico, asesinado por razones no del todos claras hasta ahora.
Con sabor zuliano
En 1960, en los campos petroleros de Lagunillas, aparece un sexteto con un sonido alegre y jacarandoso. Cinco hermanos de apellido Blanco, junto al guarachero Cheo Matos, forman la agrupación Los Blanco, grupo que pese a su precariedad instrumental logró obtener un sonido que a la larga sería definitorio en la música marabina.
Tres años después surge una superbanda que marcaría el rumbo definitivo de la música bailable zuliana. El Súper Combo Los Tropicales logró la proeza de dotar a su música de un sonido característico y peculiar, basado principalmente en la presencia de saxos, clarinetes y órgano, eliminando el uso de trompetas, trombones y piano, y estableciendo al órgano como instrumento estandarte y completamente distintivo.
Un detalle fundamental en la historia del Súper Combo es la gran cantidad de estrellas que pasaron por sus filas: Marta y Verónica Rey (madre e hija), Doris Salas, Tino Rodríguez, Nelson Martínez, el gran Argenis Carruyo y muchos más contribuyeron a cimentar el nombre de esta ya legendaria agrupación, que en su numerosa lista de éxitos tiene títulos de enorme popularidad, como La banda borracha y Massa Massa.