Rosa se despierta cada mañana con la esperanza de que algún día recuperará la voz y la salud. Ha probado de todo, desde productos naturales hasta medicamentos, pasando por regresar de Venezuela y medicina alternativa. Pero dos años después de su misteriosa enfermedad, nada ha funcionado todavía.
A pesar de meses de visitas a médicos especialistas, no fue diagnosticado. Pero sus síntomas están empeorando: sus cuerdas vocales fallan por completo, pierde la voz y tiene la lengua entumecida, lo que le dificulta comer.
Desafíos del sistema de salud en Venezuela
Rosa María, como muchos en Mérida, ciudad del sur del estado, viaja temprano en la mañana para llegar temprano al Hospital Universitario de Los Andes, donde solicitará una cita con un neurólogo. Al llegar, encuentra una larga fila de pacientes y familiares que regresan al Hospital Mérida con esperanza y necesidad de un diagnóstico y tratamiento seguro.
Cuando Rosa consigue la cita, se da cuenta que se la dieron después de tres meses. Sorprendentemente, su enfermedad hasta ahora desconocida está empeorando.
Cuando se preguntó a los trabajadores de la salud por qué pasaba tanto tiempo entre una cita y una consulta, Rosa descubrió que muchos esperaban hasta que era imposible proceder con la consulta. La razón es multifacética: la mayoría de los pacientes no pueden permitirse pagar una atención en clínicas privadas que supera los 50 dólares por consulta. No tienen medios para pagar exámenes y cursos especiales, por lo que dependen 100% de la atención del público.
Pero la realidad del hospital más grande de Los Andes es que no tiene capacidad suficiente para albergar a pacientes de toda Venezuela que van a solicitar atención especializada para recuperar su salud. El caso de Rosa se repite en la mayoría de los pacientes en cualquier servicio. Eso significa que todo el mundo tiene que esperar de dos a cuatro meses para recibir una consulta.
La voz se va, pero la esperanza no se pierde.
Rosa María, una mujer de esperanza, le dice a la NDA que nunca ha perdido la esperanza de poder recuperar la voz y seguir adelante con su vida. Pero las pruebas especiales como resonancias magnéticas, ecografías y más tienen un costo. Superó los 1.000 dólares; Retrasada por las deliberaciones de Aihula, Rosa optó por acudir a “los que saben”.
Sí, un término local que hace referencia a los curanderos ancestrales que realizan terapias alternativas para sanar con ellos. Explica que mantenerse saludable en Venezuela no es fácil, pero sigue intentándolo.
“El camino no es fácil, pero quiero recuperar toda mi salud. Todavía soy joven y quiero lograr mucho. Así que esperar en la cama para recibir un consejo no es una opción”, escribió Rosa al medio.
Este retraso en recibir tratamiento especializado no es la única barrera que enfrenta Rosa. La lucha económica por una mejor nutrición, ya que sigue una dieta líquida permanente, aumenta sus gastos de subsistencia. Sin embargo, la meridana sigue esforzándose cada día por recuperar su salud y bienestar, lo que define su libertad de amar y expresarse.
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