El estreno internacional de los cuatro equipos venezolanos clasificados a las competencias continentales fue realmente deprimente. Duro como suena el calificativo. Aunque siempre quiero resaltar los aspectos positivos de nuestro fútbol, la realidad es que no hay avances. Al contrario, fue muy difícil identificar, en el primer partido de cada uno, si se puede ser competitivo.
Para ser competitivo en un torneo internacional, siempre teniendo en cuenta las diferencias históricas de nuestro fútbol con el resto del continente, defender al equipo de casa es fundamental. Pues bien: en cuatro partidos, apenas un par. El resto fueron derrotados. Y un empate ante un equipo que acabó con nueve jugadores. Sí, es Boca Juniors, pero tenía nueve hombres en un escenario adverso, contra cuarenta mil almas en contra.
Qué pasa ? Algunos se refieren a lo de siempre: diferencias abismales, no hay estructura, deudas, todo anda mal. Y son verdad. son válidos Siempre agrego a este debate el problema del ADN, de la cantidad de fútbol que pasa por la sangre de los venezolanos. Aunque es un intangible, es parte de todo esto. Un ejemplo: mientras el fútbol boliviano se encuentra en su más profunda oscuridad, Bolívar y The Strongest supieron aprovechar su condición de local para vencer a dos grandes continentales.
Estudiantes perdió contra un equipo de San Lorenzo que jugó todo el partido con diez jugadores. Es verdad: el académico está milagrosamente vivo, sin pretensiones. Por lo tanto, no es necesario ni siquiera tomar en cuenta para conseguir algo en esta Sudamérica. Sin embargo, uno conserva algo de esperanza. Parece que estamos engañados.
Los otros tres equipos tuvieron una preparación adecuada y nada cambió. La Academia, Metro y Monagas nunca demostraron superioridad sobre sus contrincantes y terminaron pagándolo caro. Monagas no perdió, pero tuvo todos los escenarios posibles para vencer a los más difíciles del grupo y no lo logró.
La explicación está en todos los aspectos arriba, pero ayer en el primer tiempo del Caracas – Estudiantes por el torneo local, se reveló el factor más determinante: el ritmo de juego. El ritmo local nos está matando.
Los equipos parecen cansados, sin intensidad, sin entender la necesidad de mantener el cuerpo y la cabeza metidos cada segundo para ir a la portería rival, para buscar al rival, para intentar ganar el partido.
Sí, el partido empezó a las 15:00 horas con un tiempo infernal, pero en el segundo tiempo, con la misma temperatura, supieron reaccionar y cambiar el destino del partido. ¿Por qué no es posible mantener la intensidad durante 90 minutos?
Balones a los costados, jugadores cerrados y mal, jugadores en el suelo mucho tiempo por cada contacto. Una enfermedad endémica de nuestro fútbol, muchas veces promovida por el cuerpo técnico que cree que así se pueden ganar los partidos.
Mientras en Brasil los hinchas ahogan a sus propios futbolistas cuando intentan matar el tiempo por cualquier motivo, aquí es un tema recurrente que hace que el tiempo efectivo de juego sea alarmantemente bajo en nuestro país. Sabemos que los árbitros internacionales de nuestro campeonato por orden de la Conmebol promueven más juego, dejando jugar más, pero a veces el mismo árbitro admite que los futbolistas no colaboran.
Por lo tanto, será difícil competir. Debemos seguir esperando hechos aislados y no logros reales que signifiquen progreso. Se trata de cambiar el ADN, poner en la cabeza de los muchachos que la pelota debe estar en el campo, que busquen diligentemente la portería rival, promuevan futbolistas verticales, favorezcan el juego. A veces parece que jugamos como vivimos el día a día: en un país donde las preocupaciones siempre anuncian tu foco. Vivimos con la cabeza dando vueltas.
Es un aspecto intrínseco que llevará tiempo cambiar, pero si hay voluntad, sé que será posible.