El cine de ciencia ficción siempre representa a la humanidad a través de un panorama apocalíptico. Parece una profecía autocumplida que tiene que socavar la acumulación de evidencia: estamos destruyendo el planeta. Esto, aparentemente, lo entienden perfectamente los artistas, especialmente los cineastas y los escritores, pero nunca los responsables políticos.
Hace 10 años y tres meses, una inquietante obra cinematográfica nos enfrentó nuevamente a lo que parece ser el destino inexorable de la Tierra a manos del hombre: Interestelarde un críptico Christopher Nolan, recalcando una vez más lo que nos espera como especie si seguimos consumiendo con esa voracidad suicida a la que nos tiene acostumbrados el capitalismo.
En los diálogos de una película verdaderamente hermética, que necesariamente hay que ver varias veces para comprender sus revelaciones científicas, espirituales y filosóficas, se expresa el grave dilema: “Cada día parecía Navidad, pero ¿6 mil millones de personas? Trate de imaginar eso. Y Todo el mundo quería comprarlo todo”, le dice su padre Donald (John Lithgow) a un angustiado Cooper (Matthew McConaughey), quien responde: “Solía mirar al cielo e imaginar nuestro lugar en el mundo. estrellas. Ahora miro la tierra y temo por nuestro lugar entre la tierra”.
Subestimada -tal vez por sus argumentos antisistema-, en los Oscar de 2015 apenas recibió reconocimiento por sus efectos visuales, e incluso su impresionante acompañamiento musical, de la mano del genio Hans Zimmer, no pasó la cita.
Sin embargo, se trata de una película que ha envejecido con estatus de obra maestra, considerada por la crítica como una pieza antológica que, además de su puesta en escena, destaca por su demoledor argumento: el amor es la respuesta, no la ciencia, ni el consumo, ni desconexión con esta casa nuestra. Este sentimiento elemental acaba desenredando los hilos de la autodestrucción a través de los saltos en el tiempo que Einstein describió en su teoría de la relatividad y permite, como un milagro, la salvación de la especie, justo antes de caer al abismo.
Nolan y su cine en vuelo
el es el director de algunas de las películas más complejas de entender de los últimos años: Recuerdo (2000), Insomnio (2002), Batman comienza (2005) y su sustituto, el aclamado Batman: El caballero oscuro (2008), que dejó a la posteridad el Oscar póstumo para un fenomenal Heath Ledger; Principio (2020) y el multipremiado oppenheimer (2023).
el argumento de Interstellar se basa en la destrucción de culturas en el año 2067 y la necesidad de que la NASA (nada nuevo) intente encontrar un planeta similar a la Tierra para repoblarlo con la especie humana.
Su complejidad La narrativa se resolvió con el asesoramiento de reconocidos científicos que intentaron traducir la teoría de la relatividad al cine, tarea casi imposible.