En el cementerio están los guardianes, esos guías que guían y cuidan el alma. Son la compañía que cuando alguien que llora por ti se va, ahí te dejan, ahí te quedas a merced de los gusanos que sin compasión ni distinción se hacen cargo de tu carne y como ésta desaparece con el tiempo, las visitas y las visitas. desvanecer las flores.
La única compañía visible es esa figura que parece no tener alma y que se convierte en tu guardián. Estas esculturas épicas que miran sin mirar, esas piedras hechas de un ángel, de un santo, de una virgen, de un Cristo. ¡Son guardianas de tu alma, de todas las almas!
Allí está el cementerio viejo, en el que está ubicado, está custodiado por almas de piedra que no molestan, que generan respeto. Y aunque todavía venga algún temerario a profanar la última casa de huesos de lo que un día fuimos, esas almas petrificadas observan quién te hace daño, quién termina por hacerte pedazos.
Espero que en otras dimensiones esos guardianes puedan hacer justicia a todo lo que aquí ven. Por ahora permanecen aquí inertes, solos, erguidos, haciéndose pasar por fantasmas que todo lo ven y al mismo tiempo están llenos de romance, nostalgia y tristeza. Están abandonados como los muertos en el cementerio, carecen de cuidados tanto como las propias tumbas, allí permanecen todos en el limbo del tiempo para ver cómo algún día jugarán los muertos.
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