La mayor parte de los desechos que llegan a las playas de Puerto Cabello provienen de los ríos donde las comunidades arrojan su basura.
Valencia. Desde hace 33 años, la Fundación para los Derechos Humanos y de la Naturaleza, o simplemente Futena, trabaja por playas más limpias. Carabobo es uno de sus centros neurálgicos, y durante este Día Mundial de las Playas, las cinco zonas costeras de Porto Cabello participaron en un gran operativo de recolección de residuos.
Julia Álvarez Fargo lleva 20 años en la fundación y le preocupa que ahora haya más basura que nunca. “Aumentó con el fenómeno epidemiológico”, comentó.
Este año Fudena acudió a las playas Waikikí, Sonrisa, Playa Blanca, Goaigoaza y La Cumboteña, esta última catalogada como muy sucia. Álvarez explica que, a diferencia de las demás, La Campodena no es una playa turística.
En lugar de lo que piensas, la playa solitaria está muy sucia. La explicación que da Álvarez Fargo es que junto a esta costa se encuentra el río Coigosa. Este afluente, en épocas de alto caudal, transporta toda la basura que tiran las comunidades y desde allí llega a las riberas.
“El mar se lleva lo que no necesita, lo arrastra todo y acaba en la arena, en los manglares, en los espigones y en los diques”, añade.
El experto explica que si bien las islas de Buenos Aires están a unos 3,45 kilómetros de distancia, no se libran de este mal, al menos en lo que a Isla Larga se refiere.
Recoger y medir
Futena ha diseñado un protocolo de manipulación y recogida de residuos. “No se trata sólo de recogerlos, se trata de ordenarlos. Tenemos que dar cuenta de lo que está pasando para que funcione y encontrar soluciones”, subraya Álvarez.
Por esta razón, la Fundación se ha aliado con el Ministerio de Ambiente y la GNB Medio Ambiente para implementar nuevos y mejores proyectos. Uno de ellos está relacionado con los microplásticos.
“Ya hay estudios que muestran microplásticos en animales, y nosotros también”, advierte.
Este hecho preocupa a Álvarez Fargo, por lo que el pasado 21 de agosto logró movilizar a más de 700 personas como voluntarios en una alianza público-privada.
Artículos como poliestireno, caucho, botellas, tapas, gomaespuma, cartón y metales deben colocarse en bolsas separadas.
Un mar de basura
Manuel Suárez, de 23 años, fue uno de los encargados de asistir al acto. Viajó desde Valencia hasta la costa de Carabobo. Futena nombró un “capitán de playa” para su tripulación de cuatro hombres. Todo lo que allí se extrae se cuenta y registra en un formulario.
Para Suárez llegar a La Compotena fue un shock porque el escenario no fue lo que esperaba. “Nunca había visto tanta basura en la playa”, admite.
Esto es comprensible porque tanto las agencias gubernamentales como las personas con negocios en las playas son responsables de recolectar la basura y mantener el lugar lo más limpio posible para los turistas.
Entonces, lo máximo que puedes encontrar en playas como Batanemo, La Rosa o Delfín es una lata, una chapa de botella o un tapón.
¿Responsabilidad compartida?
Es palpable el descuido de la alcaldía de Puerto Cabello, del gobierno de Carabobo y de otras autoridades con competencia en el asunto.
Según Mariangela Rudas, una de las voluntarias de Futena, el problema radica en políticas públicas fallidas. “La basura que acaba en las playas nace en las casas de las comunidades de limpieza urbana una vez por semana o, quizás, se pierde durante mucho tiempo”.
Los arroyos se convierten en un importante vertedero. Hay que añadir que los contenedores de basura están deteriorados o son inadecuados para la mayoría de las personas.
Julia Álvarez es consciente de ello, pero también afirma que la sociedad necesita empezar a cambiar su forma de funcionar. “Tenemos que entender que los residuos van a la basura, no a la calle ni al río”, insiste.
De hecho, Rudas insiste en que uno de los objetivos de Futena es concienciar a los ciudadanos. Para ella, es una pieza importante del equipo; Incluso si está integrado, el trabajo del gobierno se vuelve más fácil. Sin embargo, no se debe quitar responsabilidad a quienes administran los activos de la región.
Pero lo cierto es que esto todavía no es un dato fiable. A pesar de los cambios con respecto al evento del año pasado, que contó con unos 400 asistentes, el número de este año ha aumentado a 300, un testimonio del compromiso de los ciudadanos.
Limpio hoy, sucio mañana
Aun así, Manuel Suárez siente una sensación agridulce cuando termina de recoger la basura. “Trabajas muy duro y te hace feliz porque estás haciendo algo bueno, pero luego sabes que se van a ensuciar otra vez y te haces muchas preguntas”.
Suárez no justificó que en la playa se encontraran muchos zapatos, botellas de cloro medio vacías y hasta desechos orgánicos. “Tuve que encontrar una botella que no sabíamos qué había dentro… era caca. Quería morir. “La gente es sucia”, concluye.
Pero al mediodía el día termina y la playa parece limpia. Suárez, Álvarez y Rudas se sienten victoriosos, pero los tres saben que es una limpieza mediocre. “No tenemos máquinas para retirar esos pequeños trozos de basura que son difíciles de recoger con las manos. “A los grandes los podemos eliminar, pero los más pequeños son una tarea titánica y al final es más peligroso porque mata pájaros, tortugas y peces”, concluyen.